Alvaro la giró con suavidad sobre la cama, dejándola de espaldas, quedándose sobre ella. Sus movimientos eran lentos, pausados, como estudiados. Bea sabía que debía dolerle el costado mas de lo que estaba dispuesto a admitir, pero no tenía fuerzas para pedirle que se detuviera. Le daba miedo de que si decía que parara, él la rechazaría y la alejaría de su lado. Alvaro la miró con pasión, mientras pasaba la mano por encima de su cuerpo, sin tocarla, sin rozarla siquiera. Ella contuvo la respiración, ante la promesa de aquella mano, de aquella mirada, y se mordió los labios, enloqueciéndolo de deseo
- Sabes cuantas veces he soñado con tenerte asi… con poder amarte hasta perder el aliento…
Había comenzado a desabrocharle la blusa, con dedos calientes y algo torpes, y Bea no pudo pronunciar palabra ante las sensaciones que la llenaban. Prácticamente no la estaba tocando, aún, pero ella ya sentía la misma fiebre que padecía él. Pero se mantuvo quieta, sin atreverse a mostrar sus sentimientos.. sin atreverse a demostrarle el poder que ejercía sobre ella. Álvaro retiró la tela de su cuerpo, dejando a su vista el sujetador, uno pequeño y blanco, lo mas bonito que Álvaro había visto en mucho tiempo.
Y se atrevió a tocarla, por fin, haciendo que ella pegara un respingo sobre la cama. Sus dedos recorrieron su estómago, su ombligo… y la piel suave de los pechos a través del sujetador. Bea inspiró. A aquellas alturas, ya estaba segura de que la estaba castigando con una clase nueva de tortura
- Alvaro..- casi suplicó
- Eres mas preciosa de lo que recordaba…. Casi ni recordaba ya lo suave que eres, lo bien que hueles…- susurró mientras con los mismos dedos torpes, le bajaba los tirantes del sujetador, dejando los pechos femeninos a la vista.
Bea soltó un gemido, casi un lamento y cerró los ojos intentando no echarse a llorar
- No..- le dijo él ya contra sus labios- mírame.. quiero que me mires.. quiero sentir tu mirada sobre mi…
- Alvaro…
Él no la dejó seguir hablando. Se apoderó de su boca, buscando su lengua, haciéndola retroceder dentro de la boca, mientras sus manos cobraban vida sobre el cuerpo de Bea. Ella soltó un sollozo, por demasiado tiempo contenido, y lo abrazó, devolviéndole el beso. Las lenguas se entrelazaron, se buscaron, se tocaron con la misma desesperación que sentían en todo el resto del cuerpo. Las manos de Álvaro acariciaron en un principio el contorno del cuerpo de ella, pasando a sus pechos, acariciándolos con fruición, pellizcándole los pezones, hasta que Bea gimió contra su boca, arqueando el cuerpo, intentando tocarlo.
Pero Álvaro no la dejó. No dejó que lo tocara, apartándole las manos. Dejó su boca y fue bajando por el cuello, dejando un reguero de fuego a su paso, besando cada centímetro de piel, de cuerpo, de sentimiento. Se estaba volviendo loco a cada segundo.. y ya no sabía si era la fiebre, el dolor de la herida y la sensación del calor de su piel pegada a la suya.
Cuando la boca de Álvaro se apoderó de uno de los pechos de Bea, los cuerpos de ambos se tensaron y ella notó el temblor del cuerpo de él. Se sentía perdida, perdida en sensaciones y en el placer que estallaba ya en todos los poros de su piel, y lo único que pudo hacer es arquear el cuerpo, diciéndole lo mucho que lo deseaba. Alvaro no dejó de besarle el pecho, mordisqueándole el pezón hasta sentirlo rígido contra sus labios, mientras sus manos le bajaban la falda lentamente, como un ritual, con sumo cuidado. Bea consiguió soltarse de la prisión de las manos de Álvaro y bajó sus propias manos por la espalda de él, acariciándole con las manos abiertas, deseosa de sentir la máxima porción de piel posible. Lo notaba ardiendo, cada vez mas, pero ya no era capaz de relacionar si era por la excitación o la herida. Algo en su mente le recordaba que no podía hacer movimientos bruscos… pero lo único que podía hacer era dejarse llevar por los movimientos de las manos de él, de sus besos, de su lengua, que iba marcando un camino de fuego sobre su piel.
Alvaro sentía dolor, calor, debilidad, pero apretó los dientes, buscando fuerzas, para poder resistir. Por fin, después de tantos meses añorándola, la tenía en sus brazos, sintiéndola, amándola… sin importar el pasado, el odio, los rencores.. y no podía perder aquella oportunidad. Necesitaba sentirla como el aire para respirar y sentía su alma brincar de dicha en su interior, mientras sus propias manos cobraban vida por vez primera en todo aquel tiempo sobre su cuerpo. No le importaba que pudiera pasar después… que reacción provocaría esa noche… sólo sabía que la amaba.. y que nada fuera de aquel momento tenia sentido.
Buscó con la boca el otro pecho y la sintió gemir, totalmente entregada. Su control, al sentirla tan completamente suya, empezó a resquebrajarse y dejó el pecho, mientras bajaba por su estómago, hasta su abdomen, besándolo, lamiéndolo… haciéndola arquear el cuerpo. Se deshizo de su falda y de su ropa interior, y procedió a besarle el muslo por su cara interior, haciendo que se tensara, ante lo que venia.
Cuando sintió su lengua en su parte mas intima, Bea casi dejó salir un grito de su garganta. Movió las piernas, casi enloquecida, pero Álvaro no dejó de lamerla y besarla un solo instante. Las sensaciones se multiplicaron por mil y Bea no pudo dejar de gemir, hasta que todo lo que sentía estalló en su interior, dejándola encima de una nube de plenitud que la extasiaba y la hacia volar. Alvaro buscó su boca, mientras se deshacía de sus pantalones, que era lo único que había llevado puesto durante la cura del médico. Bea lo ayudó, incorporándose, mientras le devolvía los besos con pasión enfebrecida. Se devoraban, se buscaban desesperados. Ella abrió las piernas y Álvaro se colocó entre ellas, mientras su boca volvía a sus pechos, y sus manos buscaban el clítoris femenino, encendiéndola de nuevo.
Ella se apretó con fuerza contra él, intentando sentir cada poro de su piel con la suya, cada rincón de su cuerpo encajado en el suyo.
Hasta que lo oyó gemir. De dolor
La alarma se hizo hueco en su embotada mente y lo miró, asustada. El se había quedado quieto y tenía los ojos cerrados, mientras el sudor de su frente mostraba su esfuerzo físico y la fiebre que aún lo consumía. Había comenzado a sangrar de nuevo por la herida y Bea se apartó, mas asustada todavía
- Alvaro…- susurró- tu herida..
Él la retuvo por los brazos y la miró, con la mirada enturbiada. Su erección era latente a pesar del dolor
- No… Bea.. no me dejes… quédate.. quedate conmigo.. deja que te ame…
Bea no pudo negarse. Notaba su necesidad en la mirada… pero ya no era algo físico… notaba la misma necesidad de ella, que ella tenia de él. La misma ansiedad, la misma sensación de pérdida cuando se alejaba, el mismo amor gritando por salir, por quedarse sobre todas las cosas.
Sonrió tristemente
- No te dejaré… jamás te dejaré mientras tu me permitas estar a tu lado.. pero déjame a mi… déjame hacerte sentir..
Él no dijo nada. Sólo la miró, esperando. Ella buscó su boca de nuevo y lo abrazó, mientras giraba en la cama y tumbándolo, se colocaba sobre él. La mirada de Álvaro se tornó intensa, mientras Bea besaba su pecho y sus manos recorrían su cuerpo, de la misma manera que había hecho él.
Y siguió haciéndolo durante segundos, minutos, quizás horas, hasta que Álvaro sintió que se podría morir si no se sentía dentro de ella. Bea notó el momento de su desesperación, quedándose quieta sobre él, buscando sus labios para mordisquearlos
- Bea.. mi amor…déjame… déjame…
Ella no se hizo de rogar, y colocándose, lo metió en su interior de un solo movimiento, mientras lo escuchaba sisear entre dientes. Se empezó a mover despacio, siempre pendiente de la herida que ya había manchado de sangre una parte de la venda, que le había colocado el médico, pero sin pausa. Alvaro la agarró de las caderas, marcándole un ritmo más rápido, que ella, no pudo dejar de obedecer. Pronto las embestidas se hicieron fuertes, desesperadas, llenas de un anhelo que quedaba disfrazado bajo un ardiente deseo físico. Los dos se unieron al unísono, ella marcándole el ritmo rápido que ambos deseaban, sin dejar tregua, volviéndose loca al escuchar los gemidos de él.
Cuando Bea sintió que su orgasmo llegaba, Álvaro buscó sus manos, entrelazándolas, mientras ella lo miraba asombrada, sintiendo como si Álvaro hubiera leído en ella. Se miraron a los ojos, mientras el orgasmo los atravesaba a ambos, como un estallido de placer que los dejó exhaustos. Bea empezó a llorar y se dejó caer sobre él, buscando su contacto, buscando su complicidad. El la abrazó, reteniéndola contra si, haciendo que los sollozos de ella se volvieran mas desesperados
- Shhhh.. mi amor… no llores….- le susurró él con los ojos cerrados, completamente vencido- estoy aquí…
Bea le abrazó con fuerza
- Te amo Álvaro.. te amo mas que a mi propia vida…
Hubo un silencio y ella lo miró. El tenía los ojos cerrados y parecía haberse quedado dormido. Ella sonrió triste, por la respuesta no pronunciada y se dejó caer sobre su pecho, cerrando los ojos también. Sabía que tenia que mirarle la herida.. pero se dio cinco minutos… solo cinco minutos… después…
- Yo también te amo, mi niña…
La respuesta, ya no esperada, hizo que el corazón de Bea se detuviera. Levantó la cabeza y lo miró, pero él mantenía los ojos cerrados. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y sonrió, feliz… al sentir que la esperanza volvía a asomarse en sus vidas de nuevo
- Sabes cuantas veces he soñado con tenerte asi… con poder amarte hasta perder el aliento…
Había comenzado a desabrocharle la blusa, con dedos calientes y algo torpes, y Bea no pudo pronunciar palabra ante las sensaciones que la llenaban. Prácticamente no la estaba tocando, aún, pero ella ya sentía la misma fiebre que padecía él. Pero se mantuvo quieta, sin atreverse a mostrar sus sentimientos.. sin atreverse a demostrarle el poder que ejercía sobre ella. Álvaro retiró la tela de su cuerpo, dejando a su vista el sujetador, uno pequeño y blanco, lo mas bonito que Álvaro había visto en mucho tiempo.
Y se atrevió a tocarla, por fin, haciendo que ella pegara un respingo sobre la cama. Sus dedos recorrieron su estómago, su ombligo… y la piel suave de los pechos a través del sujetador. Bea inspiró. A aquellas alturas, ya estaba segura de que la estaba castigando con una clase nueva de tortura
- Alvaro..- casi suplicó
- Eres mas preciosa de lo que recordaba…. Casi ni recordaba ya lo suave que eres, lo bien que hueles…- susurró mientras con los mismos dedos torpes, le bajaba los tirantes del sujetador, dejando los pechos femeninos a la vista.
Bea soltó un gemido, casi un lamento y cerró los ojos intentando no echarse a llorar
- No..- le dijo él ya contra sus labios- mírame.. quiero que me mires.. quiero sentir tu mirada sobre mi…
- Alvaro…
Él no la dejó seguir hablando. Se apoderó de su boca, buscando su lengua, haciéndola retroceder dentro de la boca, mientras sus manos cobraban vida sobre el cuerpo de Bea. Ella soltó un sollozo, por demasiado tiempo contenido, y lo abrazó, devolviéndole el beso. Las lenguas se entrelazaron, se buscaron, se tocaron con la misma desesperación que sentían en todo el resto del cuerpo. Las manos de Álvaro acariciaron en un principio el contorno del cuerpo de ella, pasando a sus pechos, acariciándolos con fruición, pellizcándole los pezones, hasta que Bea gimió contra su boca, arqueando el cuerpo, intentando tocarlo.
Pero Álvaro no la dejó. No dejó que lo tocara, apartándole las manos. Dejó su boca y fue bajando por el cuello, dejando un reguero de fuego a su paso, besando cada centímetro de piel, de cuerpo, de sentimiento. Se estaba volviendo loco a cada segundo.. y ya no sabía si era la fiebre, el dolor de la herida y la sensación del calor de su piel pegada a la suya.
Cuando la boca de Álvaro se apoderó de uno de los pechos de Bea, los cuerpos de ambos se tensaron y ella notó el temblor del cuerpo de él. Se sentía perdida, perdida en sensaciones y en el placer que estallaba ya en todos los poros de su piel, y lo único que pudo hacer es arquear el cuerpo, diciéndole lo mucho que lo deseaba. Alvaro no dejó de besarle el pecho, mordisqueándole el pezón hasta sentirlo rígido contra sus labios, mientras sus manos le bajaban la falda lentamente, como un ritual, con sumo cuidado. Bea consiguió soltarse de la prisión de las manos de Álvaro y bajó sus propias manos por la espalda de él, acariciándole con las manos abiertas, deseosa de sentir la máxima porción de piel posible. Lo notaba ardiendo, cada vez mas, pero ya no era capaz de relacionar si era por la excitación o la herida. Algo en su mente le recordaba que no podía hacer movimientos bruscos… pero lo único que podía hacer era dejarse llevar por los movimientos de las manos de él, de sus besos, de su lengua, que iba marcando un camino de fuego sobre su piel.
Alvaro sentía dolor, calor, debilidad, pero apretó los dientes, buscando fuerzas, para poder resistir. Por fin, después de tantos meses añorándola, la tenía en sus brazos, sintiéndola, amándola… sin importar el pasado, el odio, los rencores.. y no podía perder aquella oportunidad. Necesitaba sentirla como el aire para respirar y sentía su alma brincar de dicha en su interior, mientras sus propias manos cobraban vida por vez primera en todo aquel tiempo sobre su cuerpo. No le importaba que pudiera pasar después… que reacción provocaría esa noche… sólo sabía que la amaba.. y que nada fuera de aquel momento tenia sentido.
Buscó con la boca el otro pecho y la sintió gemir, totalmente entregada. Su control, al sentirla tan completamente suya, empezó a resquebrajarse y dejó el pecho, mientras bajaba por su estómago, hasta su abdomen, besándolo, lamiéndolo… haciéndola arquear el cuerpo. Se deshizo de su falda y de su ropa interior, y procedió a besarle el muslo por su cara interior, haciendo que se tensara, ante lo que venia.
Cuando sintió su lengua en su parte mas intima, Bea casi dejó salir un grito de su garganta. Movió las piernas, casi enloquecida, pero Álvaro no dejó de lamerla y besarla un solo instante. Las sensaciones se multiplicaron por mil y Bea no pudo dejar de gemir, hasta que todo lo que sentía estalló en su interior, dejándola encima de una nube de plenitud que la extasiaba y la hacia volar. Alvaro buscó su boca, mientras se deshacía de sus pantalones, que era lo único que había llevado puesto durante la cura del médico. Bea lo ayudó, incorporándose, mientras le devolvía los besos con pasión enfebrecida. Se devoraban, se buscaban desesperados. Ella abrió las piernas y Álvaro se colocó entre ellas, mientras su boca volvía a sus pechos, y sus manos buscaban el clítoris femenino, encendiéndola de nuevo.
Ella se apretó con fuerza contra él, intentando sentir cada poro de su piel con la suya, cada rincón de su cuerpo encajado en el suyo.
Hasta que lo oyó gemir. De dolor
La alarma se hizo hueco en su embotada mente y lo miró, asustada. El se había quedado quieto y tenía los ojos cerrados, mientras el sudor de su frente mostraba su esfuerzo físico y la fiebre que aún lo consumía. Había comenzado a sangrar de nuevo por la herida y Bea se apartó, mas asustada todavía
- Alvaro…- susurró- tu herida..
Él la retuvo por los brazos y la miró, con la mirada enturbiada. Su erección era latente a pesar del dolor
- No… Bea.. no me dejes… quédate.. quedate conmigo.. deja que te ame…
Bea no pudo negarse. Notaba su necesidad en la mirada… pero ya no era algo físico… notaba la misma necesidad de ella, que ella tenia de él. La misma ansiedad, la misma sensación de pérdida cuando se alejaba, el mismo amor gritando por salir, por quedarse sobre todas las cosas.
Sonrió tristemente
- No te dejaré… jamás te dejaré mientras tu me permitas estar a tu lado.. pero déjame a mi… déjame hacerte sentir..
Él no dijo nada. Sólo la miró, esperando. Ella buscó su boca de nuevo y lo abrazó, mientras giraba en la cama y tumbándolo, se colocaba sobre él. La mirada de Álvaro se tornó intensa, mientras Bea besaba su pecho y sus manos recorrían su cuerpo, de la misma manera que había hecho él.
Y siguió haciéndolo durante segundos, minutos, quizás horas, hasta que Álvaro sintió que se podría morir si no se sentía dentro de ella. Bea notó el momento de su desesperación, quedándose quieta sobre él, buscando sus labios para mordisquearlos
- Bea.. mi amor…déjame… déjame…
Ella no se hizo de rogar, y colocándose, lo metió en su interior de un solo movimiento, mientras lo escuchaba sisear entre dientes. Se empezó a mover despacio, siempre pendiente de la herida que ya había manchado de sangre una parte de la venda, que le había colocado el médico, pero sin pausa. Alvaro la agarró de las caderas, marcándole un ritmo más rápido, que ella, no pudo dejar de obedecer. Pronto las embestidas se hicieron fuertes, desesperadas, llenas de un anhelo que quedaba disfrazado bajo un ardiente deseo físico. Los dos se unieron al unísono, ella marcándole el ritmo rápido que ambos deseaban, sin dejar tregua, volviéndose loca al escuchar los gemidos de él.
Cuando Bea sintió que su orgasmo llegaba, Álvaro buscó sus manos, entrelazándolas, mientras ella lo miraba asombrada, sintiendo como si Álvaro hubiera leído en ella. Se miraron a los ojos, mientras el orgasmo los atravesaba a ambos, como un estallido de placer que los dejó exhaustos. Bea empezó a llorar y se dejó caer sobre él, buscando su contacto, buscando su complicidad. El la abrazó, reteniéndola contra si, haciendo que los sollozos de ella se volvieran mas desesperados
- Shhhh.. mi amor… no llores….- le susurró él con los ojos cerrados, completamente vencido- estoy aquí…
Bea le abrazó con fuerza
- Te amo Álvaro.. te amo mas que a mi propia vida…
Hubo un silencio y ella lo miró. El tenía los ojos cerrados y parecía haberse quedado dormido. Ella sonrió triste, por la respuesta no pronunciada y se dejó caer sobre su pecho, cerrando los ojos también. Sabía que tenia que mirarle la herida.. pero se dio cinco minutos… solo cinco minutos… después…
- Yo también te amo, mi niña…
La respuesta, ya no esperada, hizo que el corazón de Bea se detuviera. Levantó la cabeza y lo miró, pero él mantenía los ojos cerrados. Se limpió las lágrimas con el dorso de la mano y sonrió, feliz… al sentir que la esperanza volvía a asomarse en sus vidas de nuevo
1 comentario:
Ais que final tan tierno, que bonito... y ¡¡qué calor!! Necesito un bombombero con urgencia, un yogur griego en forma de inspector pa que me abanique (sí, ahora se dice así, ¿pasa algo?)
No, si es lo que decía mi abuelita, si quieres, puedes y digo que si ha podido el hombretón. Vamos, que casi le da un flus cuando han parao. Si es que tener a su Beíta al lado y no poder tocarla era superior a él.
Sigue pronto cosiiiii, ta quedao genial.
Besotes!!
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